sábado, 1 de octubre de 2016

El invierno en Mongolia.




¡Buenos días! Perdonadme por no subir ningún artículo estas dos semanas, porque ya sabéis que empezó el curso, y hasta que logras situarte, cuesta bastante y bastante.
Tengo tantísimas cosas que contar, que intentaré subirlas todas y cada una de ellas.
Hoy os traigo un tema bastante especial, me imagino que ya sabréis que yo escribo sobre cosas para aprender yo mismas, es decir, yo no soy una experta sobre nada. Utilizo esto como una motivación para informarme respecto a algunos temas como este, que no suelen aparecer a menudo.
Hay lugares, como Mongolia, que solo se parecen a sí mismos. Este enigmático vacío en el mapa de Asia Central es, además, una de esas raras esquinas en las que la globalización, lejos de unificar, ha cobrado vida propia. Ello se palpa tanto en la surrealista convivencia de rascacielos y yurtas de Ulan Bator como en las estepas por las que a caballo o en moto pastorean los nómadas del valle de Orkhon, Patrimonio de la Humanidad y conmovedor escenario natural por el que Gengis Khan alzó la capital de uno de los imperios más legendarios de la historia.

Sus nómadas hoy gastan móvil, parabólica y tienen un gobierno que reparte forraje para el ganado cuando amenaza un invierno particularmente frío. Sin embargo, si conservar este estilo de vida en cualquier esquina del planeta es cada vez másrara avis, hacerlo por estos duros pagos se diría de una tenacidad rayana en lo temerario. No reculan ante el clima, que se desploma sin contemplaciones de los 40 grados del verano a los 40 bajo cero de los meses más gélidos, ni rechistan al tener que desmontar y volver a armar sus yurtas hasta cuatro veces al año en busca de pastos para sus rebaños (yurta es una palabra turca que designa la tienda de campaña circular que en Mongolia se conoce como ger). Es más, tras la desmembración de la Unión Soviética, muchos de los mongoles que habían sido obligados a llevar una vida sedentaria volvieron a las estepas libres.

Por desgracia, su modo de vida está desapareciendo ya que tanto su población y el tamaño de los rebaños de renos disminuyen. Se estima que sólo quedan alrededor de 44 familias Dukha, entre 200 y 400 personas. En la década de 1970, se estima que había una población de unos 2.000 renos pero ese número se ha reducido desde entonces a unos 600. Hoy en día, su principal fuente de ingreso es la de los turistas que vienen a comprar sus artesanías y montar sus renos.

Es alucinante pensar, que estas personas están viviendo en estas condiciones tan sorprendentemente diferentes a las nuestras en el mismo tiempo.

Un lugar, donde la gente todavía vive y caza en un bosque dominado por los seres sobrenaturales. Para vivir en armonía con ellos, la gente tenía que aprender a respetar la naturaleza y los animales.

Cada vez que investigo sobre sitios como estos, me doy cuenta de que el ser humano puede llegar a ser feliz con suficiente.

                                                                                                                                      Julie Gr.

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