domingo, 13 de septiembre de 2020

PERDIDA EN LA NOCHE

 Nunca entendí aquella gente que no duerme. Aquella gente que mima la noche como si fuera su única salvación, su única realidad. 

La brisa de coches sin rumbo, el atronador rugido del destructor de la basura, el aullido de una música estridente que va desapareciendo sin ni 
siquiera avisar. 

La noche mece y mima a las almas sin rumbo, aquellas sin esperanza de vida, aquellas que no quieren ni creen merecer estar aquí por azar. 
La oscuridad descubre los mayores y pesados secretos a la sombra de los faros, allá es donde se recuerdan para luego volver a ser olvidados.
 
¿Qué loco logra amar el silencio, la soledad acogedora, el errante mundo marchito bajo la sombra de una única farola? 

Creo que yo. Por fin he logrado comprender que mi día no es nadie sin mi triste noche repleta de lágrimas, de falsas sombras, de sueños incompletos, de propósitos vacíos y de promesas sin cumplir. 

Al final cierro mis ojos, deseando que llegue el final de esta pesadilla. 

Pero es entonces, cuando la sombra se convierte en cegadora luz. El brillo de la luna se transforma en calor, en fuego. De nuevo en el mundo de aquellos valientes que dicen creer entender la noche, cuando ella solo tiene cabida para aquellos que ya están muertos. 




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