Muchas veces me peguntan el porqué de mi admiración hacia las aves.
Y ¿qué es lo que no me puede gustar de ellas? Reúnen toda la ternura y belleza
de este planeta.
Y dime, si no quién podría dar color y música a una arboleda, a un triste
balcón, a una melancólica parada de metro, a un viejo banco, a un romántico
mirador. Solo pueden ser ellas.
Tras su vivo, tenue, colorido, sórdido, suave plumaje mantienen el brillo de la
vida.
Son el modelo que deberíamos seguir. Sin embargo, para muchos, aquellos tantos
centrados en obtener el triunfo y manejar "su tierra", se les ha
olvidado alzar su vista hacia el pleno y azul cielo. Es desde allí donde esas
almas desnudas desplegando sus alas, muestran infinidad de veces su gran
paciencia y fuerza por sobrevivir en un mundo que ignora su existencia. No hay
nada peor que luchar con quienes no quieren (re)conocerte.
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