Es pura ironía ver ambos libros
apilados, uno sobre el otro, luchando por no asfixiar de angustia, dolor y
pesar a su compañero de sombras.
La justificación a lo anterior se
halla, en que ambos ocultan en lo más hondo de sus páginas un amor no apto para
la consciencia social y racional humana. Las barreras son claras y tajantes, no
puedes amar a quien está muerto, no puedes desear a alguien por encima de la
ley y menos si no es un amor correspondido.
El amor frustrado, perdido, preso, rebosa
página a página en olas de infinita frustración, temor e incluso locura.
Supongo que es incomprensible pensar
que jamás sentirás lo mismo por alguien como lo sentiste con esa persona.
Hablan de un amor, en definitiva, puro y a la vez terrible, como la más
desconocida de las enfermedades idiopáticas, que deja a tu corazón, preso, sin
rumbo, pues la meta ya la ha fijado, pero es inaccesible. Realmente, tachamos
de locos a todos estos fantasmas que describen su lúgubre historia en párrafos inconexos,
pero a la vez estos dejan un rastro inconfesable de honesta coherencia.
Sinceramente, me han mostrado que igual no acabamos de comprender nuestros sentimientos porque restamos a todos ellos importancia, pues creemos que son poco razonables o probables. Pero, ¿Qué no comprendemos? Que a veces, el amor que sentimos en un instante fugaz, quizá sea un amor a primera, a última y a cualquier vista.
Quizá, todo aquello que
sentimos en ese segundo queramos reproducirlo en vano intento en otra ocasión,
porque al fin y cabo, nuestro único deseo en el mundo (aunque duela
reconocerlo) no es ir a ningún otro sitio que no sea volver con esa persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario