Hace tiempo
escribí un artículo realmente hermoso sobre lo que creía que era la verdad, el
título me hace recordarlo. Retomando lo de ayer, el último fin de la vida es
alcanzar la felicidad y encontrar “nuestra propia verdad”, esta frase es
inherente en las novelas de misterio.
La verdad
sobre el caso de Harry Quebert me ha fascinado, no por ser una obra
maravillosamente construida que deja sin aliento hasta la última página, sino
que realmente te hace reflexionar acerca del éxito y de cómo podemos anteponer
absolutamente todo para conseguirlo. Refleja el deseo que tenemos todos por
satisfacer nuestras ansias de realizarnos, de llegar siempre lo más lejos,
aunque a veces, teniéndolo absolutamente todo se sufren arrebatos de ira que
terminan por arruinarlo todo. Con ello quiero decir, que la novela es muy
humana y como tal, el hilo inicial y último es el amor y como no, el arte de
escribir.
La
literatura y el amor siempre van de la mano pues cuando te falla uno, el otro
es necesario para olvidar, olvidar lo que hicimos, olvidar cómo éramos, olvidar
hasta lo que nunca llegó a ser cierto, olvidar hasta lo olvidado.
En sí, la
trama de la novela podría decirse que es una guía para saber usar bien las
armas de las que dispones (tú, tus manos y el saco de boxeo, un golpe hacia el
éxito) para poder llegar a ser exitoso escribiendo, aquí no vale esquivar.
Al final,
como ocurre en la vida real, la persona más despreciable se vuelve la más
hermosa, también muestra que no todo es cómo pensamos que es, nadie es del todo
bueno ni malo, nadie no es digno de merecer otra oportunidad para descubrir su
verdad.
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