martes, 30 de junio de 2020

La verdad.


Hace tiempo escribí un artículo realmente hermoso sobre lo que creía que era la verdad, el título me hace recordarlo. Retomando lo de ayer, el último fin de la vida es alcanzar la felicidad y encontrar “nuestra propia verdad”, esta frase es inherente en las novelas de misterio.

La verdad sobre el caso de Harry Quebert me ha fascinado, no por ser una obra maravillosamente construida que deja sin aliento hasta la última página, sino que realmente te hace reflexionar acerca del éxito y de cómo podemos anteponer absolutamente todo para conseguirlo. Refleja el deseo que tenemos todos por satisfacer nuestras ansias de realizarnos, de llegar siempre lo más lejos, aunque a veces, teniéndolo absolutamente todo se sufren arrebatos de ira que terminan por arruinarlo todo. Con ello quiero decir, que la novela es muy humana y como tal, el hilo inicial y último es el amor y como no, el arte de escribir.

La literatura y el amor siempre van de la mano pues cuando te falla uno, el otro es necesario para olvidar, olvidar lo que hicimos, olvidar cómo éramos, olvidar hasta lo que nunca llegó a ser cierto, olvidar hasta lo olvidado.

En sí, la trama de la novela podría decirse que es una guía para saber usar bien las armas de las que dispones (tú, tus manos y el saco de boxeo, un golpe hacia el éxito) para poder llegar a ser exitoso escribiendo, aquí no vale esquivar.

Al final, como ocurre en la vida real, la persona más despreciable se vuelve la más hermosa, también muestra que no todo es cómo pensamos que es, nadie es del todo bueno ni malo, nadie no es digno de merecer otra oportunidad para descubrir su verdad.




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