miércoles, 29 de julio de 2020

AÚN TE RECUERDO.


Bajo cien almas desnudas me encontré contigo, tus manos, tus ojos envolvían mi mirada marchita. En menos de un parpadeo destruimos el reloj de arena, haciendo que las desorientadas motas de polvo fueran de un lado a otro recordando lo incluso perdido, creando un mar de fuego en medio de las secas rocas.

La luz tibia palpitaba entre nosotros dos, cada vez te sentía más cerca, más real que nunca. Con aquel beso pusimos fin o inicio a un ciclo de incertidumbre, sello a un pasado maltrecho en el que ambos necesitábamos una cura, una esperanza en aquel mundo gris cegado por las falsas apariencias y la letalidad de un enemigo invisible. ¿Qué es esto? ¿Qué hemos hecho? me preguntaste.

¡Sentir! Sentir lo que en este momento pensábamos querer, soñábamos con hacer. Este nublado ayer, nos enseñó en que imaginar el futuro es tiempo en vano. Necesitamos sentir, querer, me da igual al final perder pues no me arrepentiré ¡basta de aunar y mimar el tiempo en cristal!

La arena necesita salir, necesita convertirse en roca para luego sedimentar de nuevo. El ciclo sigue, tú y yo continuaremos caminando, transformándonos, pero cuando recordemos ese momento, sonreiremos y volveremos a sentir: ¿habremos secuestrado el tiempo de nuevo?




El diario de las tortugas.


Innumerables veces, nos vemos presos en un ciclo de “inactividad”, nos transformamos en sombras tenues que naufragan sin vida en el mar de la desdicha. Porque, cuántas veces decimos, ¡ojalá lleguen vacaciones! cuando quizá deberíamos preguntarnos ¿y qué haré cuando no tenga nada que hacer por obligación?

La inacción es una forma sencilla de negar la vida, basada en sentarse frente al televisor día sí, día también. La acción tiene de meta alcanzar la plenitud del ser, está basada en arriesgarse a expresar lo que eres, no solo basta con soñar, sino que hay que desarrollar y emprender lo que algún día pensaste, lo que realmente te apasiona y te hace ser quien eres realmente. No debemos crear presos en el mundo de las ideas, sino que hay que liberarlas para que realmente puedan darnos resultados y recompensas.

El truco realmente es actuar, igual da lo buena o mala que sea la idea, ejemplo tenemos en Forrest Gump quien logró ser feliz porque hacía lo máximo que podía en todo lo que emprendía, haciéndose realmente un hueco en el mundo, era él, era diferente.

En el libro de Rusell Hoban (cuyo título da nombre a este artículo) se hace constantemente referencia a este hecho: “Las personas, a veces, estamos demasiado perdidas por tener que marcar nuestro objetivo en la vida”, tenemos que nadar sin saber a dónde ir, algo que a una tortuga jamás le pasa, ellas actúan y saben qué hacer, sin ningún tipo de miedo o vergüenza.

¿Podríamos nadar, sentir que nadamos, navegamos, que no tenemos miedo, que no estamos perdidos? ¿Podríamos regresar con una respuesta? El hecho de no estar perdido sería ya una buena respuesta.






domingo, 19 de julio de 2020

Cerca de las vías (FITO).


Estaba merendando con un poco de música de fondo y me puse a pensar “¿El fin de las cosas está en el comienzo?”. Esto surgió porque estaba mirando mil fotografías y planteándome qué personas habían olvidado o permanecían en mi vida. 
No miento si digo que en el rostro de las personas con las que empezamos a vivir algo, se puede ver el final que van a tener.

Hay siempre una cara que será olvidada y que luego volveremos a ver. El tipo que primero nos parece un sinvergüenza y luego resulta encantador, tarde o temprano nos volverá a parecer un sinvergüenza. La persona asustada volverá a parecer asustada y la perdida, perdida (mientras de fondo “esa telaraña que cuelga en mi habitación, no la quito, no hace nada, solo ocupa su rincón”).

Es decir, por mucho que cambiemos nuestra esencia estará allí, las transformaciones no son infinitas y nosotros nunca acabamos de conocernos del todo bien (“cuando todo va bien, un día tuerces una esquina y te tuerces tú también”). 

En muchas ocasiones no sabemos cómo vamos a reaccionar con otras personas, vivimos con nuestras contradicciones, incoherencias y mil dilemas (“con el paso de los años nada es como yo soñé) intentando encontrar nuestra verdad (“todo lo malo y lo bueno caben dentro de un papel”).

No obstante, esto no deja de ser una mera opinión, mucha gente me dirá que la evolución personal de una persona es algo irrefutable (“la tristeza y la alegría viajan en el mismo tren”), yo te diré que quizá tengas razón o quizá no, tampoco creo que tengamos la certeza ni unos ni otros, ni todo es blanco ni todo negro, hay mil matices entre medias (mientras la canción terminaba poniendo punto final a mis pensamientos: ¿Quieres ver el mundo?, mira, está debajo de tus pies).


jueves, 16 de julio de 2020

Negación del antecedente.


En lógica la negación del antecedente o error inverso es una de muchas falacias que existen generadas al afirmar que si “A”, entonces “B”, esto no es del todo cierto porque el hecho de que ocurra B no tiene por qué ser consecuencia de A, pueden existir muchos otros factores que deriven produciendo este suceso.

Recurro a esto, para explicar el contexto o situación en la que nos hayamos a día de hoy a nivel mundial. 

La pandemia ha hecho cambiar muchos de nuestros hábitos, en especial la imposición del estado de alarma y el confinamiento.

Muchas personas ahora, renuncian a seguir su vida normal, creyendo que, si “se quedan en casa, no se contagiarán” cuando el hecho de contagiarse no es exclusivamente consecuencia de no salir de casa, de hecho, salir a andar por el campo refuerza el sistema inmunológico.

Además, se ha demostrando que el confinamiento no es algo efectivo, sino una medida que sirve para evitar la saturación de un sistema sanitario no preparado en cuanto a personal, recursos y material se refiere.

Realmente, como todos sabemos la salud personal y por consiguiente comunitaria depende de cada uno de nosotros, de ser responsables. Igual de peligroso es encerrarse en una burbuja de cristal que salir sin seguir ninguna de las recomendaciones dadas por los gobiernos sanitarios pertinentes.

Como podemos observar, en estos dos planteamientos hay algo en común: “el sálvese quien pueda, primero yo y el resto del mundo da igual”.  Si paramos todo, las consecuencias van a ser muy dolorosas, costosas y quizá devastadoras para muchas personas. La salud engloba la prevención, y esta es la gran olvidada, solo se habla de ella cuando ya no se puede prevenir nada, cuando los acontecimientos ya han sucedido. 

En camino vamos de una posible saturación del sistema. Si ya sabemos qué pasa cuando son ignoradas las advertencias y se niega la realidad, ¿por qué volvemos a fallar?  

Respuesta a ello se halla en las redes sociales, hay gente que ya está pidiendo de nuevo el confinamiento, está claro que preferimos hacer oídos sordos a las recomendaciones y reafirmar la imposición de prohibiciones por el simple hecho de no pensar, de no hacernos responsables de nuestros actos, porque al fin y al cabo si nos prohíben no existe la responsabilidad que conlleva el ser libre. Mientras, sigamos criticando y no haciendo lo que se supone que deberíamos hacer.



La pandemia desde una perspectiva de género - La Opinión de Murcia