Innumerables veces, nos vemos presos en un ciclo de “inactividad”, nos
transformamos en sombras tenues que naufragan sin vida en el mar de la desdicha.
Porque, cuántas veces decimos, ¡ojalá lleguen vacaciones! cuando quizá deberíamos
preguntarnos ¿y qué haré cuando no tenga nada que hacer por obligación?
La inacción
es una forma sencilla de negar la vida, basada en sentarse frente al televisor
día sí, día también. La acción tiene de meta alcanzar la plenitud del ser, está
basada en arriesgarse a expresar lo que eres, no solo basta con soñar, sino que
hay que desarrollar y emprender lo que algún día pensaste, lo que realmente te
apasiona y te hace ser quien eres realmente. No debemos crear presos en el
mundo de las ideas, sino que hay que liberarlas para que realmente puedan
darnos resultados y recompensas.
El truco
realmente es actuar, igual da lo buena o mala que sea la idea, ejemplo tenemos en Forrest Gump quien logró ser feliz porque hacía lo máximo que podía en todo
lo que emprendía, haciéndose realmente un hueco en el mundo, era él, era
diferente.
En el libro
de Rusell Hoban (cuyo título da nombre a este artículo) se hace constantemente
referencia a este hecho: “Las personas, a veces, estamos demasiado perdidas por tener que marcar nuestro objetivo en la vida”, tenemos que nadar sin
saber a dónde ir, algo que a una tortuga jamás le pasa, ellas actúan y saben qué
hacer, sin ningún tipo de miedo o vergüenza.
¿Podríamos
nadar, sentir que nadamos, navegamos, que no tenemos miedo, que no estamos
perdidos? ¿Podríamos regresar con una respuesta? El hecho de no estar perdido
sería ya una buena respuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario