Bajo cien
almas desnudas me encontré contigo, tus manos, tus ojos envolvían mi mirada
marchita. En menos de un parpadeo destruimos el reloj de arena, haciendo que
las desorientadas motas de polvo fueran de un lado a otro recordando lo incluso
perdido, creando un mar de fuego en medio de las secas rocas.
La luz tibia
palpitaba entre nosotros dos, cada vez te sentía más cerca, más real que nunca.
Con aquel beso pusimos fin o inicio a un ciclo de incertidumbre, sello a un
pasado maltrecho en el que ambos necesitábamos una cura, una esperanza en aquel
mundo gris cegado por las falsas apariencias y la letalidad de un enemigo invisible.
¿Qué es esto? ¿Qué hemos hecho? me preguntaste.
¡Sentir!
Sentir lo que en este momento pensábamos querer, soñábamos con hacer. Este
nublado ayer, nos enseñó en que imaginar el futuro es tiempo en vano.
Necesitamos sentir, querer, me da igual al final perder pues no me arrepentiré ¡basta
de aunar y mimar el tiempo en cristal!
La arena
necesita salir, necesita convertirse en roca para luego sedimentar de nuevo. El
ciclo sigue, tú y yo continuaremos caminando, transformándonos, pero cuando
recordemos ese momento, sonreiremos y volveremos a sentir: ¿habremos
secuestrado el tiempo de nuevo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario